(Nery)
El concepto de áreas verdes urbanas se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, en la que los procesos de desarrollo urbano generaron proyectos de renovación basados en la higiene pública, tanto referente a la infraestructura de drenaje y comunicaciones, como a la existencia de grandes parques públicos[1]. (Berman, 1999).
Estos planteamientos de salud son ejes rectores para la planificación de la ciudad, adoptados durante le época del Porfiriato, por lo que se dota a la capital de diversos parques, uno de los proyectos más representativos e importantes durante ese periodo es la adaptación del bosque de Chapultepec como parque público en el año de 1886 bajo la “Comisión de Embellecimiento y cuidado del bosque” (fundado en el mismo periodo), reflejo de una de las diversas acciones en pro de las áreas verdes urbanas, además de la creación de 54 parques urbanos.
Después, otro periodo determinante es cuando la revolución industrial alcanza su apogeo en México, las formas de producción en masa, generan consumo en diversas escalas; ello moldea otra forma de vida, siendo la migración del campo a la ciudad uno de los principales fenómenos, lo que también provoca un proceso de expansión territorial acelerado; la creación de zonas conurbadas, la desaparición de grandes hectáreas de campo y/o bosque, como consecuencia además el aumento del uso del automóvil para trasladarse de forma más eficaz en esas largas distancias creadas, lo que se traduce en gran cantidad de extensiones de asfalto y la disminución de suelo natural.
Entonces tenemos que, como resultado los asentamientos humanos se concentran en las ciudades y aumentan, mientras las áreas verdes disminuyen de manera drástica.
De acuerdo a cifras de la Organización Mundial de la Salud se requieren al menos 9 a 11 m2 de áreas verdes por habitante para garantizar su bienestar y recomienda que su distribución permita que todos ellos vivan cerca de alguno de estos espacios, sin embargo según la CONANP[2] las zonas urbanizadas en México tienen en promedio 5 m2 por habitante, y aunque actualmente estas cifras no reflejan la realidad de forma puntual, es un hecho que la relación del crecimiento urbano es contraria al natural, mientras uno aumenta el otro disminuye.
Actualmente en México según cifras del INEGI el 70% de la población vive en ciudades que han seguido el mismo patrón de crecimiento acelerado bajo diversas irregularidades, ya que el aumento de esta demanda de espacios cercanos a la ciudad ha provocado asentamientos masivos legales e ilegales, con una planeación que no prioriza la mitigación del cambio de suelo ya que dota prioritariamente de infraestructuras más básicas (de distribución de servicios como agua potable, luz, drenaje…), para después proveer de espacio público e infraestructura verde (sin que ello suceda en todos los casos), ya que la rapidez del consumo espacial rebasa a las administraciones locales, lo que ha propiciado el déficit de áreas verdes en las urbes.
Bajo esta premisa de crecimiento y atendiendo a estas problemáticas la planificación de las ciudades en México requiere considerar acciones que contemplen la reducción del impacto ambiental por los asentamientos humanos, con un enfoque más sustentable, reconociendo el valor del soporte natural, donde las áreas verdes tienen un papel relevante para generar un equilibrio con el hábitat que nos sustenta.
[1] En Europa se crea un movimiento internacional de urbanismo e higiene, con la finalidad de crear espacios libres adecuados y elevar el 15% de las áreas verdes en las ciudades.
[2] Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas.
FUENTES:
BERMAN, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. México D.F.: Siglo XXI Editores, 1999.
Arqueología Mexicana, “Antiguos jardines mexicanos” núm. 57, septiembre - octubre, 2002
P.A.O.T. (2003). Manejo y conservación de áreas verdes. Distrito Federal: Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial del D.F.
http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/rur_urb
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